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Un privilegio como ningún otro

Rafael Carles

Escribir sobre comida es una experiencia como ninguna otra. Cuando escribo sobre comida, siento el privilegio más grande, la emoción más grande del mundo, porque la comida lo es todo. La comida conecta con todo.

Me gusta cocinar y me gusta atender a mis invitados, pero sobre todo me gusta visitar restaurantes por su menú y cocineros. Y obviamente me gustan leer los libros de cocina y ver las recetas, pero, como saben, me he convencido de que mirar el panorama general de la comida es lo importante, y he llegado a admirar a que, independientemente de lo que digan los libros o escriban sus escritores, el mundo de la cocina es infinito en su capacidad para estimular los cinco sentidos y unir a la familias y los amigos.

Uno de mis favoritos, entre lo que podría llamarse la nueva generación de escritores gastronómicos, es Bee Wilson, una escritora británica con la que me encuentro con mucha frecuencia cuando abro las páginas de "The Guardian". Bee usualmente analiza temas inusuales como el tipo de abejas que mejor producen miel pero también historias sobre los ingredientes falsos y el uso de la tecnología en la cocina, recordándonos que los utensilios más simples pero efectivos dentro de una cocina vienen desde hace miles de años, aunque hoy existan procesadores eléctricos de alimentos y demás enseres.

El trabajo de Bee dio un giro más global hace algunos años, cuando escribió “First Bite: How We Learn to Eat”, y de ahí pasó a “The Way We Eat Now: How the Food Revolution Has Transformed Our Lives, Our Bodies, and Our World”, un libro que es muy similar al de Mark Bittman llamado “Animal, Vegetable, Junk”.

De verdad que la cocina y la comida son temas universales, pero al mismo tiempo muy personales. Por ejemplo, ayer encontré una receta súper simple y fácil de preparar, de lo más rápido que se puede encontrar en un libro de recetas, que no necesita más que calentar el agua y hervir la pasta. Se llama “Linguini con salsa de tomate crudo” y demora apenas media hora.

La clave es usar tomates de pera maduros de buena calidad, y albahaca fresca. A propósito, no use albahaca seca, ni aquí ni en ningún otro lugar. Y no machaques demasiado el ajo o tendrás problemas para quitarlo antes de servir.

Ingredientes
• Sal
• 2 tazas de tomates frescos picados
• 2 cucharadas de aceite de oliva
• 2 dientes de ajo, ligeramente machacados
• 1/4–1/2 taza de albahaca fresca picada
• Pimienta
• 1 libra de linguini u otra pasta larga
• Queso parmesano rallado (opcional)

Instrucciones
1. Ponga a hervir una olla grande de agua y salpique algo de sal. Pon los tomates, el aceite, el ajo y la mitad de la albahaca en un bowl de fondo ancho. Espolvorear con sal y pimienta. Triture bien, usando un tenedor o un machacador de papas, pero no haga puré. Puede preparar la salsa una o dos horas antes de que esté listo para comer y dejar reposar a temperatura ambiente.
2. Cuando el agua hierva, añade la pasta. Revuelva ocasionalmente y comience a probar después de 5 minutos. Cocine la pasta hasta que esté al dente. Vierta un poco del agua de cocción en la salsa para diluirla un poco y calentarla. Escurrir la pasta. Retire el ajo de la salsa. Mezcle la pasta con la salsa y cubra con la albahaca restante; pasa parmesano rallado en la mesa, si quieres.

Buen apetito.