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Sal, Maldita Sal

Rafael Carles

Nunca pensé que viviría para ver este día, pero el Salt Institute anunció que finalizará sus operaciones a fines de este mes.

La primera vez que me enteré del Instituto fue a finales de la década de 1980, cuando vivía en Michigan y leí en una biblioteca pública el Informe de 1988 del Cirujano General sobre Nutrición y Salud. El Instituto hizo énfasis en ese Informe para tratar de desalentar la recomendación de "comer menos sal".

Desde entonces, el Salt Institute ha sido implacable en seguir el libreto de jugadas de la industria para promover el consumo de sal:
• Poner en duda la ciencia que relaciona el alto consumo de sal con el riesgo de enfermedad.
• Argumenta que los altos niveles actuales de ingesta de sal están bien para la salud.
• Mantener que solo una pequeña porción de la población es sensible a la sal.
• Promover la ciencia argumentando que una baja ingesta de sal es perjudicial.

El Instituto tiene mucho que responder. Ha sido responsable de confundir la ciencia y crear una situación muy peculiar: el ruidoso debate público sobre la ciencia de la sal, mientras que cada comité de expertos que examina la relación entre la sal y la salud concluye que debemos consumir mucho menos.

Difícilmente puede ser una coincidencia que la revisión más reciente y con mayor autoridad de la sal y la salud se publicara pocos días antes del anuncio del Instituto. Esa revisión de las Academias Nacionales de Ciencia, Ingeniería y Medicina reafirmó lo que las Directrices Dietéticas han estado diciendo durante años: el límite superior recomendado de consumo de sodio es de 2300 miligramos por día, o aproximadamente 6 gramos de sal, un poco más que una cucharadita.

En promedio, los panameños consumen mucho más y, como el Ministerio de Salud lo ha demostrado durante años, las comidas en restaurantes individuales superan con creces esa cantidad.

El ministro de Salud recientemente hizo unas declaraciones al respecto: “Puede parecer una cuestión insignificante pero la cantidad de sal en nuestro país representa la principal causa por el número de casos de pacientes con hipertensión y otras enfermedades cardiovasculares.

Vergüenza debiera dar a todos los que promueven productos dañinos para la salud. Y al Instituto de la Sal, que por favor cierre sus puertas ya y no las abra nunca más. Nadie lo va a extrañar. Descansa en paz.