news

Cocinar está en mis genes

Rafael Carles

He fracasado en todos mis intentos y esfuerzos por vivir solo con alimentos crudos. Por supuesto que durante las mañanas lo único que tomo son jugos naturales, pero el resto del día no me da más que pensar en la comida caliente que me voy a comer.

Existe también un cúmulo de evidencias que señalan lo perjudicial para nuestra salud de la comida cruda. Más que el hambre y la desnutrición, existen aspectos fondo de infertilidad que supuestamente habría significado una extinción inevitable de nuestra especie.

Pero a pesar de esa evidencia, el caso del crudismo total me parece un modismo más que una ciencia. Sí, existen beneficios que se le atribuyen a las enzimas "vivas" presentes en los alimentos crudos. Pero eso no significa que todo lo que coma debe ser crudo.

A mí me gusta cocinar. No solo me enfoco en destruir los patógenos dañinos, incluidas bacterias como E.coli, Salmonella y Listeria, sino en destruir las lectinas que interfieren con la absorción de nutrientes y dañan el revestimiento intestinal. Son más abundantes en semillas, pero también se encuentran en raíces, hojas y bulbos. Estas lectinas tienen un propósito en lo que respecta a la planta: brindan protección contra el ataque de insectos.

Y al final una buena comida cocida, en general, sabe mejor que la comida cruda, con la excepción de algunos alimentos como la fruta y las ensaladas. Creo que podemos asumir con seguridad que nuestros primeros ancestros cocinaban sus alimentos no porque querían más nutrientes o cerebros más grandes. Ellos prefirieron cocinar por el sabor.

Y no son los únicos. En 2008, un estudio de científicos informó los resultados de un experimento con grandes simios para ver si seleccionarían alimentos crudos o cocidos, cuando se les daba a elegir, y descubrieron que casi siempre preferían la comida cocida.

En todo el planeta, nunca se ha encontrado ninguna población humana que viva solamente con una dieta de alimentos crudos.

La comida cocinada caliente proporciona el antídoto perfecto para las frías noches de invierno, como un cálido abrazo. Hace soportable la estación oscura, cuando la idea de los alimentos crudos y fríos enfría los huesos.

La comida es como la religión, cada una escoge la que más le conviene. Pero tenga cuidado con lo que elige creer. No se deje convencer de que un frijol germinado es delicioso cuando su instinto le dice lo contrario. Cocine comida real y disfrútela sabiendo que está se nutriendo de una forma humana. Y no sienta pecado cuando come un pescado asado en una barbacoa, unas papas cocinadas al horno o un brócoli al vapor. No hay nada pecaminoso en eso. Al contrario, ya eso está en nuestro ADN.