Las enfermedades crónicas o no transmisibles son las enfermedades cardíacas, cáncer y diabetes, y representan la mitad de las muertes anuales en Panamá a un costo físico y económico enorme para las personas y la sociedad. Estas condiciones están relacionadas con la dieta; la obesidad es un factor de riesgo para los tres.
A pesar de la prevalencia generalizada de la obesidad (el MINSA recientemente señaló que el 71.4% de los adultos panameños tienen sobrepeso o un sobrepeso grave) y sus afecciones crónicas asociadas, ningún esfuerzo gubernamental concertado tiene como objetivo la prevención.
Esto también es cierto a nivel internacional. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU apenas mencionan la reducción de las enfermedades no transmisibles. Tienes que ir al cuarto subobjetivo del ODS 3, Buena salud y bienestar, para encontrar: “Para 2030, reducir en un tercio la mortalidad prematura por enfermedades no transmisibles mediante la prevención y el tratamiento y promover la salud mental y el bienestar.”
¿Por qué se presta tan poca atención a las condiciones relacionadas con la dieta? Para prevenirlos, la gente debe comer más alimentos saludables y menos alimentos no saludables, medidas de salud pública a las que se oponen firmemente la industria de alimentos procesados. Para obtener evidencia detallada sobre este punto, consulte Swinburn BA, et al. “La sindemia mundial de obesidad, desnutrición y cambio climático: informe de la Comisión Lancet”. Lancet. 2019; 393: 791-846.
Diputados como Mayín Correa y Yaidelis González tienen la misma pregunta. Y han planteado ideas concretas al pleno legislativo para que se analicen los esfuerzos para prevenir las enfermedades crónicas.
El resultado hasta ahora ha sido muy poco. No es que el gobierno ignore las enfermedades crónicas; lo contrario. Se han identificado muchas acciones para reducir estas condiciones, pero siempre fragmentadas entre múltiples ministerios, agencias e instituciones. Y estos programas al final terminan en nada, dispersos por todas partes y nadie responsable a cargo.
Lo que ocurre es que los funcionarios muchas veces carecen de la autoridad requerida por ley para liderar una estrategia. A pesar de su apoyo a una serie de programas para coordinar los esfuerzos relacionados con el mejoramiento de la dieta, nadie en estos momentos tiene la autoridad ni el control para prohibir dentro de los kioscos escolares la venta de sodas y otros productos malsanos. Ningún funcionario del MEDUCA, MINSA, MIDA o ACODECO tiene la autoridad para liderar una acción que garantice y asegure el suministro de alimentos saludables en el país. Al contrario, sus funciones se sobreimponen o contradicen que muchas veces les resulta imposible realizar una acción puntual de prevención o regulación.
Para el Movimiento de Alimentación Saludable esta situación hay que resolverla. Para Bethy Cruzado, coordinadora del Movimiento, "resulta necesario que desde la Asamblea se hagan buenas leyes y desde el Ejecutivo se hagan buenos decretos de reglamentación que permita a los funcionarios realizar el trabajo necesario para liderar la implementación de una estrategia relacionada con el mejoramiento de la dieta y la reducción del riesgo de padecer enfermedades crónicas. Es hora de crear una Estrategia Nacional de Prevención que aborde los resultados y la rendición de cuentas, los recursos y el liderazgo".
Pareciera que liderazgo es la clave en este asunto. Liderazgo para decirle a la población lo que significa una dieta saludable y en un lenguaje sencillo y directo. Por qué tanto problemas en decirlo: evite y minimice los alimentos procesados. Y, por supuesto, liderazgo para establecer políticas, desde la agricultura hasta la salud pública, para promover dietas saludables y desalentar las dietas no saludables.
Me alegro que desde el Movimiento de Alimentación Saludable exista ese liderazgo para recordarnos lo que debemos escuchar y no solamente lo que queremos comer.