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UNA TAREA PARA MEJORAR LA SALUD

Rafael Carles

La dieta mediterránea es muy popular. Reduce los riesgos de ataques cardíacos comparado con la dieta estándar americana en un 40%, lo cual es un
aumento significativo en la calidad de vida. Pero por supuesto que ese no es el objetivo. La meta no es hacer lo que es popular o incluso aceptable para las demás personas. La clave es elaborar un programa alimentario que sea ideal para que la gente pueda reducir su riesgo en casi un 100%, no un 40 o 50%.

La verdad es que los estudios que promueve la dieta mediterránea son cuestionables frecuentemente porque tiene demasiadas variables involucradas. ¿Son las nueces buenas? ¿Es la salsa de tomate? ¿O es la harina blanca de la pizza o el queso lo que es bueno? Pero independientemente de la multiplicidad de variables, la dieta estándar americana que comen la mayoría de las personas es dañina porque está basada en un 60% de proteína animal, mientras que la dieta mediterránea se aproxima a un 30%. Sabemos que la mayoría de los estudios científicos del mundo, estudios a los cuales damos mucho crédito porque han analizado e investigado durante más de 20 años a miles y miles de personas, demuestran que existe una enorme reducción en muertes por problemas cardiovasculares cuando se reduce el consumo de proteína animal de un 60 a 30%, y mejor aún si se reduce de un 15% a por debajo de un 10%. En otras palabras, sabemos con certeza que tratar de reducir el consumo de proteína animal a 5% en la dieta es lo óptimo por excelencia.

En el reino vegetal abundan las fuentes de proteína. Quinoa, legumbres, granos, arroz integral, algas marinas, semillas y nueces, guisantes, frutos secos, brócoli, coles de Bruselas, coliflor, garbanzos, etc.

Definitivamente, existen suficientes argumentos y datos para demostrar que un nivel alto de consumo de proteína animal es peligroso porque destruye la acción curativa de los fitoquímicos y agota las reservas de enzimas. Pero también, hormonalmente, desbalancea el sistema de la insulina, lo cual predispone a las personas a un envejecimiento acelerado y a un riesgo elevado de padecer cáncer.

La tarea que tenemos todos es medir qué tanto consumimos productos animales en nuestras dietas… y desde allí hacer un propósito para reemplazar, poco a poco y de manera progresiva, las carnes y demás productos animales por plantas y vegetales.